Oye correr el agua.
Luego la pava sobre el fuego y olor a pan tostado.
Después Natalia, que tararea, se acerca a la cama y le da un beso en la frente. No recuerda haberla llamado.
_ ¿Desayunas?
_ Si.
_ ¡Temblabas de frío!
_ ¿Ah sí?
_ Te traigo el desayuno.
No recuerda haberla llamado.
Tiene el pijama puesto. Su ropa, apenas húmeda cuelga de una silla.
_ ¿A dónde fuiste anoche?
_ Estuve acá. Trabajando.
_ ¿Si? Te llamé. No contestabas. Te dejé dos mensajes. ¿No los escuchaste?
_ No.
_ ¿Te sentís mejor?
_ No fuiste a trabajar, Nat.
Daniel se quita de encima la frazada y el acolchado. Suda. “¿Cuándo llegó?” Se calza las pantuflas.
_ No, Dan. ¿Querés con dulce?
_ Escribí un capítulo completo.
_ ¡Good! ¿Queso?
_ Si. Hay un personaje nuevo. Una mujer. Es intrigante. Ya vas a ver.
_ ¿Un personaje?
_ En la novela, en mí novela.
_ Que bueno. Sí. ¿Llegas a cumplir el plazo del libro, no?
“¡Qué carajo me importa!”_ No se. No se. Si, yo creo, que si. ¿Tu viejo te pregunto otra vez?
_ Sí, Dan. ¿Otra?
Hacen un largo silencio. Daniel se pone pié. Camina hasta la ventana. La persiana del estacionamiento está levantada. Una mujer que lleva colgada del antebrazo la bolsa de las compras conversa con un hombre bajito, de bigotes, en la vereda. Parecen preocupados.
_ ¡El gordo no está!
_ ¿No escuchaste nada, Dan? Te dormiste profundo, darling.
_ ¿Qué cosa?
_La policía y la ambulancia. Se lo llevaron grave y murió en el camino. Un infarto.
Daniel vuelve a la cama.
_ No me siento bien.
_ ¡Ay Dan! Estás volando de fiebre.
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